domingo, 25 de noviembre de 2012

Sírvame otro

-Lo siento, no es lo mío
-Es pronto para hablar de sexo
Las palabras resonaban en su cabeza, pero si es que llevaba tiempo andando en círculos y siempre volvía al mismo sitio. Las canciones no iban a ir a pasear solas, y componer nunca había sido lo suyo. Ya se lo había dicho su madre, "De los sueños no se come, hazte abogado", él guardaba respeto y no decía "del tedio no se vive". Quería plasmarla en una canción, sacarla de sus sentimientos y ponerle acordes. No quería que sonase como Alex Ubago, en este país todos saben componer temas tristes, cualquiera es poeta, y todos escritores. Pero pocos habían dejado su casa a construir sueños.
Volvía a tomar café en el mismo sitio, era un lugar algo tenue. No, no, no era tenebroso, ¿me dejas acabar?. Lo que digo, el rojo burdeos provocaba sensaciones contrarias, en uno esquizofrenia, en otros deseos, en otros nostalgias, hasta alguno había con ataques epilépticos. Pero este esperpento era indiferente, no era un camaleón exactamente, si encendiesen la luz todos le podrían ver, pero al estar a oscuras no se diferenciaba ni el color del café, como para diferenciar si la chica de su cabeza tomaba algo que no fuese moca blanco.
¿Os lo habéis creído? Nah, en definitiva era un pobre esquizofrénico, además pobre en todos los sentidos, no había sitio donde le dejasen caerse muerto, pero tampoco encontraba a nadie por quien morir. Y es que morir es algo muy serio, no tanto para un bipolar, siempre le queda un sustituto.
Pero ese día por primera vez no estaba solo, además no era el que le hablaba en su cabeza, esta vez había alguien más.
Otra persona estaba escribiendo de forma vehemente, se dejaba la vida en aquel pequeño cuaderno de espirales a cuadrícula. Se acercó a ella, pero cuando estaba a dos metros le miró con miedo, como si le fuese a quitar el cuaderno. Su rostro era extremadamente pálido y sus ojos resaltaban dentro de aquel tugurio.
-Yo también soy escritor
-Si dices que eres escritor no podrás entender lo que escribo
-¿Qué? ¿Escribes en otro idioma?
-Yo no escribo, yo me sangro.
El joven se acerco a leer, estaba escrito en su idioma, la caligrafía era preciosa, pero no entendía más que palabras sueltas, no podía hilar palabras... Era demasiado fuerte, o él demasiado débil. O quizá ella no exista más qué en su corazón... No, ella estaba allí, su mirada estaba clavada a su boca.
-¿Qué miras?
-Se te llenan la boca con te quieros, pero llevas muchos meses sin sentirlos
-¿Qué dices?
-Deja de pronunciar palabras, de escribir frases... Y ponte a amar, lucha, vive, ama, folla... Como decidas vivir tu amor, pero no te quejes porque no sabes qué escribir... Por si piensas cuando escribes... Estás copiando pensamientos... Escribir como yo lo hago, es sentir.
-¿Qué coño eres?
-No soy más que otro reflejo de tu enfermo subconsciente.
-No, ahora estás aquí, pero déjame que te de dos horas de sentimientos y abriremos champán contra el techo
-No tienes champán en tu nevera.
-Pero tú si en la tuya
-Vaya... Veo que no soy la única que sabe de qué va esto
-Desde luego que no, pero deja de sangrarte detrás de unas letras, y ven a sentir de cerca
-Esta mañana has dicho que era pronto para hablar de sexo
-Pero ahora tengo demasiadas ganas de dibujarte un sentimiento

Y así, la pareja de esquizofrénicos volvieron a casa, todos los meses hacían una historia en la que parecían desconocidos, se caracterizaban y se escondían... Pero se querían, lo escondían de tal forma, que siempre acaban pidiendo el mismo café, el mismo desayuno, los mismos te quieros y los mismos ojos en las noches de cautiverio
Sírvame otro, con leche fría

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