domingo, 22 de enero de 2012

Laura

Era un día lluvioso, los gritos desgarrados de una joven que sabía que no merecía las desgracias alumbraron la oscura noche de las calles del distrito de la Latina.
Corría sin saber su destino, la vida giraba en su cabeza, pero solo los momentos más terribles se condesaban en las lágrimas que recubrían sus ojos.
De pronto, uno de sus tacones negros se partió, lanzándola irrevocablemente contra un suelo que mezclaba el barro con el orín de las noches de borracheras de varios beodos unidos a un fin.
Cuando el suelo le trajo al momento toda su vida... Los insultos, la necesidad de sentirse útil en un entorno hostil, lo mucho que una persona amada puede infravalorarte, la falsa intención de ayuda entre su familia, el desprecio de un ambiente aristocrático que la repudiaba por ser mediocre...
Todas las calamidades que pasó cuando decidió que "era mayor", calamidades por las que nunca se había quejado... le habían enseñado a ser responsable directa de sus errores y nunca lo olvidaría...
El resultado de esa noche, en la que un grupo de chicos a los que consideraba amigos que se la rifaban en un sótano aprovechando lo mal que le sentaba el perico, eso había estallado las lágrimas que llevaba años sin lanzar.
Se levantó y se vio en una marquesina del autobús, su vestido azul estaba desgarrado, sus rodillas sangraban por la caída, el carmín de sus labios se mezclaba con la sangre de su boca y para colmo iba despeinada... Laura odiaba ir despeinada, no era una indigente.
Llegó a su casa, se quitó el vestido rasgando lo que quedaba de él, se quedo en sujetador y en tanga frente a un espejo que le devolvía fielmente un cuerpo escultural que había tardado en conseguir. Agarro su coleta y la cortó con unas tijeras, se lavó la cara y la entrepierna. Cuando acabó se volvió a mirar al espejo y con cara de odio se dijo a si misma
-No vuelvas a llorar, nunca por un hombre... Imbécil

sábado, 21 de enero de 2012

Carta a tus desdichas

Saúl tenía 15 años, estaba en su casa tras una tarde con la chica que tenía sus sentimientos secuestrados... Estaba enormemente contrariado, no sabía que iba a pasar, aunque la esperanza le dijese que todo iba bien, la lógica le decía que esa clase de chicas no se fijaban en un virtuoso de la viola. Decidió escribir una carta
"Hola, Querida
No se bien que decirte cuando he empezado a escribirte, quizá mi corazón se asuste a la hora de entregarte esto, espero que mis manos obedezcan a mis sentimientos y no a mi lógica.
Hace tiempo que tus labios robaron la escasa coherencia de lo que mi edad permite, no se exactamente que quiero decirte con esto, pero eres lo que toda persona busca a los 30, solo que a mi me has llegado con 15... Eres de esas señales que te da la vida para saber que todo va bien, entiendo que cuando te veo con otros más guapos y mucho más adaptados a tu forma de vida, y no se, incluso os veo muy cerca y siento envidia, pero nunca he tenido una relación, pero me causa algo de celos cuando desapareces con ellos y la gente insinúa que habéis estado en los baños, ¿qué malintencionados verdad?.
Yo no creo que seas así de mala, son todo rumores de la otra gente que también te tiene envidia, y cuando los chicos hablan de cosas que han hecho contigo nunca les creo. Tu no harías algo asi, ¿verdad, Querida?
Con esto quería decirte que cuando estoy a tu lado el corazón va más rápido y a veces me da miedo que se salga del pecho y eso... que me gustas
Un beso, Querida"
Querida recibió la carta del tembloroso joven y apestoso Miki Mirada Perdida, pero había quedado con Lucas, le tenía ganas de conocer en los baños, solo le quedaba él y los frikis y habría hecho el pleno en menos de dos meses, que tuviesen novia no importaba, que fuesen unos moñas mimados si.
Cuando acabó sus labores de socialización con Lucas, ambos leyeron la carta entre risas y la difundieron por toda la clase.
Todos se rieron de Miki Mirada Perdida, que pasó a ser Miguelucho el Romanticon.
Este joven, harto de las burlas en su instituto decidió cambiar su vida... Estaba enamorado y su forma de ser y las trabas de una clase que ocultaba ser snoob en pro de prestigio sexual, no sería suficiente.
Pasó un tiempo en el que siguieron riéndose de él, pero llegó el Verano con los nuevos aires de Miguel, el cual llevaba un estilo que resaltaba su imagen... Su Querida, no deseaba otra cosa que engrosar su lista con el joven "tuneado"
-Hola Miguel...
-Ya no soy Miguelucho el romanticon, ¿eh?
-Sabes que era una broma...
-Si, ¿lo sé?
Ambos empezaron a besarse, los seis meses de cambios desembocaron en la boca de la joven... fue su mejor venganza

viernes, 13 de enero de 2012

La historia de los imanes

Beatriz Romero era una abogado especializada hasta grados insospechados, para sus dos hijas, su madre era el modelo de mujer que ellas querían ser. Con personalidad, cariñosa en casa, autoritaria, un poco vintage y bastante pija.
Beatriz era una mujer ejemplo de la clase alta. Había estudiado Derecho y tenía su propia asesoría jurídica. Su marido era Juan, un hombre completamente alejado de esta "diabólica profesión", como ambos la describían.
Pero Bea no siempre había sido una joven modelo, sino que tuvo una etapa universitaria con enormes subidas y bajadas... pero más veces toco el suelo su cabello que el cielo. Durante una temporada, la joven emparentada con la aristocracia llegó a recibir el calificativo de "Bea, la zorrita"
La manía de viajar en el metro que su marido y sus hijas veían insalubre, le iba a llevar a la historia que me dispongo a explicar.
Volvía de Herrera Oria hacia su casa y en el metro cruzó mirada con la razón de ir a todas las reuniones de antiguos alumnos de la Complutense: Edu, el cual, prefería evitar esta clase de eventos.
Ambos se dieron dos besos y decidieron ir a tomar un café. Había un mundo entre ellos y 20 años desde el último revolcón. Ella llevaba una falda de tubo y una americana azul, melena rubia al suelta, un poquito de rimmel y pintalabios muy provocativo, el cual contrastaba con el alineamiento y la blancura de sus dientes... "Hay que cuidarse la boca para usar Russian Red", es lo que les decía a sus amigas continuamente.
Edu, parecía su antítesis, era atlético, sin duda alguna, pero su pelo iba revuelto con un aire rebelde de veinteañero que no quiere admitir su edad. Llevaba una americana con coderas, unos pantalones "pitillo" de color negro y un maletín de cuero marrón. Tras conseguir la mejor media de la carrera se dedico a lo que quería, ser profesor en una escuela de arte dramático.
Resolvieron el problema del café en las afueras de la estación Plaza Castilla, en una cafetería con mucho encanto. Durante una hora se contaron que había pasado durante 20 años, la razón por la que Bea se había casado, por la que Edu no iba a las reuniones de antiguos alumnos, las fotos de las hijas de ella, las de los viajes de Edu...
El profesor se le antojaba como un torbellino que tenía su espíritu adolescente bajo ese pelo mal colocado
"¿Por qué tengo tantas ganas de tirármele en el baño?"
Bea se sorprendió con su propia reflexión, pero su lenguaje corporal le había dado tantas pistas a una persona que se dedicaba a controlar el suyo propio...
-¿sabes que estás muy sexy cuando bebes el café de esa forma?- Bea se atragantó con el sorbo
-Estoy casada, ¿Sabes?
-Sí, pero ¿a qué no te has acordado de tu marido en este rato?
-Soy una mujer fiel, no haré eso
-Eres una reprimida... venga, siempre decías que un beso no significa nada, ¿probamos?
-Es una tontería...
-Pero estas deseando esa tontería desde que me has visto... ¿me equivoco?
-Sigues siendo un niñato...
-Y tu una malcriada que no sabe admitir lo que quiere
Y esa frase fue como el anticiclón que mueve a las nubes de tal forma que se anulan los antifaces para evitar que se note el deseo... Le besó como nunca había besado a Juan, no la malinterpretemos, ella quería a Juan, pero su cuerpo le pedía a Edu.
El beso acabo de forma furtiva, ella se levanto y se fue corriendo.
Eduardo se quedó sonriendo en la cafetería... Le sorprendía que los mismos trucos que le habían funcionado casi 25 años antes cuando se conocieron, siguiesen surtiendo efecto...
-Me pregunto qué edad tendrán sus hijas...
Todos tenemos nuestras pequeñas manías... Edu no podía evitar volver a casa con la boca roja al menos una vez por semana.