viernes, 13 de enero de 2012

La historia de los imanes

Beatriz Romero era una abogado especializada hasta grados insospechados, para sus dos hijas, su madre era el modelo de mujer que ellas querían ser. Con personalidad, cariñosa en casa, autoritaria, un poco vintage y bastante pija.
Beatriz era una mujer ejemplo de la clase alta. Había estudiado Derecho y tenía su propia asesoría jurídica. Su marido era Juan, un hombre completamente alejado de esta "diabólica profesión", como ambos la describían.
Pero Bea no siempre había sido una joven modelo, sino que tuvo una etapa universitaria con enormes subidas y bajadas... pero más veces toco el suelo su cabello que el cielo. Durante una temporada, la joven emparentada con la aristocracia llegó a recibir el calificativo de "Bea, la zorrita"
La manía de viajar en el metro que su marido y sus hijas veían insalubre, le iba a llevar a la historia que me dispongo a explicar.
Volvía de Herrera Oria hacia su casa y en el metro cruzó mirada con la razón de ir a todas las reuniones de antiguos alumnos de la Complutense: Edu, el cual, prefería evitar esta clase de eventos.
Ambos se dieron dos besos y decidieron ir a tomar un café. Había un mundo entre ellos y 20 años desde el último revolcón. Ella llevaba una falda de tubo y una americana azul, melena rubia al suelta, un poquito de rimmel y pintalabios muy provocativo, el cual contrastaba con el alineamiento y la blancura de sus dientes... "Hay que cuidarse la boca para usar Russian Red", es lo que les decía a sus amigas continuamente.
Edu, parecía su antítesis, era atlético, sin duda alguna, pero su pelo iba revuelto con un aire rebelde de veinteañero que no quiere admitir su edad. Llevaba una americana con coderas, unos pantalones "pitillo" de color negro y un maletín de cuero marrón. Tras conseguir la mejor media de la carrera se dedico a lo que quería, ser profesor en una escuela de arte dramático.
Resolvieron el problema del café en las afueras de la estación Plaza Castilla, en una cafetería con mucho encanto. Durante una hora se contaron que había pasado durante 20 años, la razón por la que Bea se había casado, por la que Edu no iba a las reuniones de antiguos alumnos, las fotos de las hijas de ella, las de los viajes de Edu...
El profesor se le antojaba como un torbellino que tenía su espíritu adolescente bajo ese pelo mal colocado
"¿Por qué tengo tantas ganas de tirármele en el baño?"
Bea se sorprendió con su propia reflexión, pero su lenguaje corporal le había dado tantas pistas a una persona que se dedicaba a controlar el suyo propio...
-¿sabes que estás muy sexy cuando bebes el café de esa forma?- Bea se atragantó con el sorbo
-Estoy casada, ¿Sabes?
-Sí, pero ¿a qué no te has acordado de tu marido en este rato?
-Soy una mujer fiel, no haré eso
-Eres una reprimida... venga, siempre decías que un beso no significa nada, ¿probamos?
-Es una tontería...
-Pero estas deseando esa tontería desde que me has visto... ¿me equivoco?
-Sigues siendo un niñato...
-Y tu una malcriada que no sabe admitir lo que quiere
Y esa frase fue como el anticiclón que mueve a las nubes de tal forma que se anulan los antifaces para evitar que se note el deseo... Le besó como nunca había besado a Juan, no la malinterpretemos, ella quería a Juan, pero su cuerpo le pedía a Edu.
El beso acabo de forma furtiva, ella se levanto y se fue corriendo.
Eduardo se quedó sonriendo en la cafetería... Le sorprendía que los mismos trucos que le habían funcionado casi 25 años antes cuando se conocieron, siguiesen surtiendo efecto...
-Me pregunto qué edad tendrán sus hijas...
Todos tenemos nuestras pequeñas manías... Edu no podía evitar volver a casa con la boca roja al menos una vez por semana.

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