viernes, 1 de diciembre de 2017

El tonto los quizases

Me gustaría decir quién soy siendo justo, definirme de manera estéril y sin valoraciones, pero no soy capaz.

Siempre me ha gustado la palabra "quizá", quizá ese sea uno de los pocos hechos objetivables de mi vida, el gusto por las estupideces. Determinadas personas me han dicho que es un don, que veo belleza donde no la hay, que me fijo mucho en los matices, que todo el mundo puede ver los detalles, pero no todo el mundo sabe leer los matices de cada persona. Es curioso ¿no? la gente lo ve de manera positiva, para mi es un problema. Los defectos se agudizan y todo es más evidente. 

Otra certeza es que me he construido más a base de errores que de certezas o aciertos. Soy muy mis errores, es decir, siempre que intento explicar algo de mi mismo, expongo una anécdota en la hago algo que me lleva a cagarla mucho. Soy, en definitiva, mis cagadas. 

Pero hay un elemento muy subjetivo, es un elemento con el que me he definido a mi mismo durante muchísimo tiempo: el daño causado. Nadie es perfecto: lo sé; todos cometemos errores: también lo sé. Pero no me preocupa el daño que me hayan causado a mi o los errores de otros, me importan mis errores, porque me conforman como persona. Hay daño causado que recuerdo como venganza, otro que recuerdo como desidia, otras veces sin querer, otras por pusilánime, otra, simplemente, porque soy gilipollas. Porque pasan los años y sigo pensando demasiado parecido. Otro como repercusión, ese quizá es el peor, y es el que más he podido controlar. Ya sabes, acción, reacción, repercusión, pues esa repercusión es la proyección de un estatus de control, el sujeto de control es como un gas, cuando se rompe su recipiente intenta abarcar todo. No puede, solo es un puto gas finito. 

Otro elemento para definirse es los momentos bonitos de nuestra vida, o en los tristes, como en el arte, los que "nos han cambiado la vida". Bueno, soy la gente que dejó de estar, soy la sonrisa al amanecer estando enamorado, soy la voz de esa persona, soy la carcajada en una noche de borrachera después de una mala semana, soy un "tenemos que hablar", soy un cigarro de después. Sobre todo soy un cigarro de después.

Pero, quizá, y esto no es una certeza, es un quizá, la única cosa que importa en este particular es cómo nos ven los demás. Eso es una mierda, simplemente mirando no puedes conocernos. La gente como yo, por suerte o desgracia, no somos un milagro estético, no tenemos nada especial a simple vista, quizá podrían compararnos con la sonrisa del granjero de Wyoming que había migrado en plena fiebre del oro y cerca de abandonar, tras una jornada de trabajo agitando el agua, encuentra una pepita de oro que le dará para vivir cómodamente unos años. Pero se lo gasta en putas. 

Somos esa pepita de oro que corrompe al que tiene una mente débil y enriquece al que sabe invertir. 

Soy muy mis errores y no al revés.