jueves, 11 de octubre de 2018

Pero siempre hay peros

No suelo dejar las ocasiones escapar.
Hay gente que tiene un don y es capaz de ver las oportunidades antes de que lleguen, las aprovechan y las utilizan a su favor.
Yo nunca he tenido ese don, no lo veo venir si no me esfuerzo en ello. En esa palabra esta la clave, en el esfuerzo que pongo en ello.

Hay algo de mi que he descubierto en estos últimos 3 años y es mi incapaz de sentir extremos emocionales. Sabes cómo funciona un grifo ¿no? bien, pues esto es igual. Pero mi manivela no llega más que a la mitad. Si hoy por hoy tuviera que definir mi capacidad para amar, la definiría como esas duchas flojas, que no sueltan agua suficiente para que incluso duela un poco el hecho del agua impactando contra la espalda. Una de esas duchas tan molestas a las que puedes poner a máxima temperatura que no te va a quemar. Soy el soldado que no es capaz de matar. O peor aún, el soldado que no es capaz de morir.

Hace años sentía de manera torrencial, podía prácticamente tocar mis sentimientos con la mano, los sentía físicamente en mí. Hace unos 5 años descubrí que podía canalizarlos hacia alguien y amar sin condiciones y sin peros. Pero siempre hay peros. Cuando vives con el sentimiento a flor de piel, no controlas nunca al sentimiento, es él el que te domina a ti. 100%, quizá te dejé pensar que tienes control sobre la situación, pero no, si dejas que los sentimientos estén en ti, dejas que te sublimen y te guíen. Son el Dios de los millenials.

Era una sensación que puto odiaba, podía conmigo literalmente, me doblaba de llanto o me partía en dos de alegría. Sentía, vivía, podía hacer ninguna cosa que me plantease, pero sentía que siempre podía con todo. Mi energía me la daba mi forma de sentir. No necesitaba más gasolina que sentirme parte de algo que no sabía de dónde procedía. Si tenía algo en la boca, lo soltaba, siempre, sin importar qué o a quién. Era jodidamente visceral e imprevisible. Joder, sí que lo odiaba.

Sin embargo hoy, me busco en esos extremos creados artificialmente y no me encuentro en ellos. No tengo un sentimiento de pertenencia que permita que sea rígido en ningún planteamiento. Mi ideología oscila por minutos y la moralidad ha ganado en laxitud. No hay ningún principio inmutable y los límites los elijo yo, mucho antes de que se plantee la duda de sobrepasarlos. No recuerdo qué es estar enamorado, sin embargo si tengo un extremo, y es el estar enamorado de la idea romántica del propio estar enamorado, la imagen creada de unos sentimientos desbordados de artista que me sublimen, pero que en realidad son más los de un oficinista que piensa en qué tipo de leche de soja comprar al acabar su vuelta en una bicicleta estática.
Y sin embargo. A pesar de esa laxitud moral, soy más ético que nunca.

Y a pesar de todo, si me preguntasen, ahora mismo, cómo estoy, diría que soy feliz, plenamente en todos los aspectos teóricos y existenciales. Tengo dinero, sexo, vicios, diversión, conocimiento, consciencia, objetivos realizables y asumibles...

Hoy he descubierto esos objetivos que han estado ahí durante meses y no he visto.

Nunca va de más interiorizar y querernos.

Echo de menos lo que fui, porque lo odio y lo quiero, porque me recuerda que soy débil y me recuerda que soy fuerte.

Y a pesar de todo lo que he dicho, hace unos meses me desbordé en una terraza y me sentí vivo. No sé el porqué, pero me cambió profundamente.


Hoy sé qué no volvería a dejar escapar. Y si lo vuelvo a tener cerca, no lo haré. Lamentarse por lo que no puede ser nos muestra nuestros fracasos por purita inutilidad, por eso no lo necesitáis.


Flexibiliza tu forma de pensar hasta que sea el camino hacia lo que quieres sentir.