miércoles, 7 de noviembre de 2012

Fuego y nieve roja

Hoy no os traigo frases efectivas, sólo metáforas incongruentes

En las calles olía a fuego, a lluvia y a sangre, en las caras de los ansiosos pueblerinos se dibujaba el miedo, en los corsarios el afán por acaparar algo más.
Albert sólo estaba de paso por aquella ciudad nórdica, había escuchado mitos, pero nunca habría imaginado algo tan desproporcionado. Todo ese olor le recordaba a alguien, llevaba huyendo de ese recuerdo demasiado tiempo, el frío le ayudaba a no pensar, las nevadas le hacían abstraerse y la chimenea apagada le mantenía en paz. Sin embargo el fuego, la lluvia y la sangre corriendo por la calle, las almas que subían con las llamaradas, los alaridos de nuevos huérfanos... Le recordaban demasiado a ella. Le daban igual los muertos, al fin y al cabo, no les conocía, la empatía no cabía en su diccionario.
Pero esos gritos le llevaban a una noche en Génova, su última noche con Ella, llevaba unos años sin recordarla, las noches a su lado apagadas en ceniceros que contemplaban su escena, desde que apagaron Génova no se consideró digno de encender un cigarro, y ahora unos animales habían hecho arder un pueblo entero... Nadie elige sus recuerdos
Sudor, lágrimas de alegría, una arrolladora fuerza de dos ríos que convergen... Un bombardeo del rey francés desde la costa, un desembarco, cientos de muertos, Ella decidiendo donde desayunaría a la mañana siguiente, él pidiendo a la de la parca que no se la llevase, Ella alejándose de su espíritu, él clamando al cielo... Ella muerta bajo escombros, él anexionado a las doctrinas de las vigas quebradas. Ella muerta... muerta...muerta... Él empuña una espada y una pistola en su otra mano, ella da su último aliento, él dispara contra el líder de los piratas, ella murió hacía seis años, el pirata murió en ese instante, Albert trataba de tú a los ángeles del limbo.
Los piratas se lanzaron contra él, le recordaban a los soldados franceses, ya había luchado contra ellos, eran muy disciplinados, pero... no tenían su espíritu. Los piratas tenían espíritu, pero no tenían su disciplina, su interés por seguir reviviendo algo que había muerto... Ellos estaban vivos, él no lo sabía.
Acabó con cerca de diez piratas, cogió otra espada, se guardó la pistola en el cinto y continuó su andanza. No atacaba a nadie, sólo a quien se pusiera en su camino, le daba igual, su castigo ya había sido en vida, no habría mucho purgatorio que expiar.
Y la ciudad estaba teñida de fuego, del humo que acompaña a la niebla, de la lluvia juguetona que no sabe con quien lo pasa mejor, la nieve postrada en el suelo mientras la pintan de rojo para el baile sin máscaras, los cuerpos que disfrutaban del baño que da la laguna Estigia... Las seguridades de un hombre que había muerto mucho tiempo atrás.
Y es que no hay nada más peligroso que dejar a alguien que no ha sanado sus heridas, y no hay ofensa más dura que la del desprecio, y es que no hay daño más terrible que el provocado por los sentimientos.
Que no hay tiritas para corazones rotos ni a un euro la receta
Y esa noche Albert volvió a vagar, ni vivo ni muerto, justo todo lo contrario, Albert no pensaba en lo que le traería Descartes, Albert no tenía miedo de no ser libre, Albert sudaba bastante de saber si el parlamento concedería libertad a los obispos familiares del monarca... Albert estaba allí, y ninguno de sus muertos iba a quitarle la pena


"-Jo Israel, me encantaría escribir con esa facilidad, ¿cómo lo haces?
-Desgarra un poco debajo del pecho, a la izquierda, ¿ves que hay algo que se mueve? El curandero me dijo que mis heridas están ahí, el médico me dijo que el problema estaba un poco más arriba...¿Cómo era? Demencia"

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