domingo, 11 de noviembre de 2012

Not just another Lucky girl

El humo salía entre sus labios, buscaba formas inconexas, quizá tan sólo un poco de subjetividad, caricias y un poco de compresión. Qué más da si amanece cuando no hay motivos para sonreír. Qué sabe un cirujano de lo que duele una sutura. Qué sabrán ellos de dulces venganzas. Qué le iban a explicar de patear al que más sabe del azar.
Todos observaban, pero hoy no le importaba, con los ojos mojados y el corazón en las yemas de los dedos el invierno siempre llega más tarde... Sólo para los valientes que no se atreven a confesarlo, pues de héroes es ser sincero, pero de estoicos no molestar. "¿Y a quién le importa si estoy rota?"
No le apetecía comerse el mundo, sólo quería pasar un poco desapercibida, ¿por qué coño no lo comprendían?.
La banalidad se adhiere a la piel del que se deja, y los te quieros no dejan de ser siete putas letras, pero que nadie tuviese las narices de intentárselas mostrar sin letras...
Si tienes huevos te acercas, no vas a salir vivo de esta, chico mono
¿Esperas muestras de sentimentalismo? Te has equivocado de persona, si quieres ardemos hasta que apaguemos los incendios de las ascuas que no querían irse a dormir
No me diferencio mucho de un cigarro, firme cuando me miran al principio, humo, ceniza y una colilla pisada cuando paso por unos labios
Y dos manos unidas en una relación no se aleja demasiado de arder a lo bonzo
Todas sus frases desordenaban una conciencia que no quería domarse, ¿para qué? A la mierda el romanticismo, la comprensión, los abrazos de invierno y las miradas cómplices que siempre son cuerdas... Déjame vivir mi locura
Descoordinemos nuestras mentes esta noche, mañana mi alma puede estar un poco más rota.
Ese banco del parque la había visto caer y crecer de sus reminiscencias, ese banco le hacía cerrar los ojos y que todo estuviera bien y mal, desordenado y delirante. En ese banco empezó a escuchar un blues, era bien raro oír a alguien más que a los borrachos, a la policía o a los pájaros riéndose de nuestra vulgar realidad. Se levantó como un resorte, fue a ver que sonaba, y sobre todo, de donde provenía. Sus pasos dejaron su muesca en un barro fresco bañado por el eco de un rocío matutino. Se sitúo en una zona en la que no había estado nunca, le era ajena y a la vez familiar, hacía frío, pero no lo sentía, su cuerpo pedía nicotina, pero no le escuchaba, su alma gritaba "cóseme" y el músico de blues en aquel parque no tenía cara de llevar tiritas.
Era un señor mayor, albino, con gafas de sol negras que delataban un profuso contraste, un pelo que había desaparecido en los envites de la triste ceguera. Pero conservaba el oído, y eso le aferraba a la vida. Sintió que se acercaba y se acomodaba, él contestó con una sonrisa y un arpegio, mientras pronunciaba la última estrofa "Sin esperanza no te puedes salvar, pero si te vendes a ella exige garantías. Tus batallas sólo tú las puedes librar, mantén la certeza de que habrá más días"
La chica se sentó frente a él, la canción no le sonaba de nada, las frases eran malísimas, pero el Do desafinado de su guitarra caía como una losa sobre su pecho, mientras que los Si más agudos se clavaban en su corazón. La letra no importaba, era otro puto blues de corazones rotos

No hay comentarios:

Publicar un comentario