miércoles, 25 de julio de 2012

Y el cielo era naranja

¿Habéis visto alguna vez un incendio? Cuando vas por una calle cercana y ves que esta iluminada con un naranja extraño, no ves el fuego, pero sabes que algo está ardiendo, no es nada místico, es algo lógico, racional y propio de la relación mental, si nunca has visto un incendio antes,¿Cómo puedes relacionarlo? Instinto, supongo.
El cielo estaba de ese naranja, era curioso, pues en el reloj marcaban las 3 de la madrugada, se levantó, su cuerpo estaba desnudo en medio de la calzada, los coches no pitaban, estaban abandonados, no había nadie en su interior, las puertas estaban abiertas y se habían abandonado a su suerte, como si la gente hubiera huido despavorida, al igual que el incendio, aunque no lo hayas visto nunca, es una suposición que llega automáticamente a que algo no va bien. No recordaba nada, ni su nombre, observaba que era un hombre, pero no lo habría jurado. Las calles estaban desiertas, las nubes parecían humo y se movían de forma errante. Estaba en medio de esa calzada, habría cientos de coches, nadie por las calles, no conocía nada, era una calle enorme, frente a él se situaba un lugar que se llamaba, El Círculo de Bellas Artes, al otro lado una iglesia semiderruida, a su izquierda la calle se prolongaba y no alcanzaba a ver nada, a su derecha un edificio que mostraba las letras de Metrópoli, con una gran altura y una cúpula que nunca había visto, pero a la que le faltaba algo.
Volvió a posar su mirada en el Círculo de Bellas Artes, en su azotea había un hombre de gran altura, un momento, tenía alas y se mostraba abatido, a su izquierda había una figura en pie, en una mano dirigía algo, como si fuese una orquesta y en la otra tenía un libro abierto.
Nuestro personaje decidió subir a la azotea, tras coger el ascensor y de forma intuitiva llegó arriba, allí encontró a varios ángeles en diferentes posiciones, no eran altivos, tenían sus alas dañadas, aún así mantenían su porte heroica, todos tenían espadas envainadas y sus rostros estaban muy magullados, aún teniendo armas, todos leían tranquilamente, sus rostros eran felices. Fijo los ojos en el hombre que dirigía la orquesta invisible, observó que las nubes se movían a su orden.
-Disculpe, ¿qué ha sucedido?-Se quedó inmóvil, le miró y con una voz aspera habló.
-Tienes muchas preguntas, pero yo no puedo darte lo que pides. Soy lo que necesitas, pero no lo que elegirás.-Era un hombre arrebatador, su pelo era rojo, un mechón tapaba el lado derecho de su cara, pero sus ojos azules delataban mucha calma, sonreía y así sus dientes blancos contrastaban con su piel oscura.
-Sólo quiero saber que ha pasado y qué hago aquí
-¿Qué haces aquí? Preguntar que haces aquí en lugar de buscar quien eres, y que ha pasado... Nosotros veníamos a traer un mensaje de calma, nos atacaron, hirieron a Mefistoteles-Señalo al ángel postrado a su lado-Y nada hicieron sus balas contra ellos cinco, ni contra el maltrecho Mefisto, ni contra mi libro... Ni contra mi.
-Tú eres el demonio-El joven comenzó a asimilar que estaba donde no debía
-Tranquilo, no veníamos a matar a nadie, pero nos han obligado. Los humanos creyeron que podrían vencernos, sólo nos ganó una mayoría de seres como nosotros, os creéis dioses, y no lo sois.
-¿Por eso has destruido todo?
-Mira la ciudad, no esta destruida-Pesé a la enorme batalla que se habría disputado no había más indicios que coches vacíos colapsando la calle-Yo no puedo hacer nada por vosotros, sólo amenizo la velada.
-¿Dónde están todos?
-Muriendo amigo humano, muriendo.
-Pero si estáis aquí...
-Tan presuntuoso como los demás, ¿piensas que desenvainar la espada es la única forma de matar?. La palabra es el arma más destructiva, ellos están leyendo nombres, leen rápido...
Uno de los ángeles cerró su libro de súbito y el edificio Metrópolis se derrumbó. Después desenvainó su espada y abrió sus alas, estabas rasgadas, pero seguía siendo majestuoso, así pasó con los demás ángeles. Todo fue derrumbándose poco a poco.
El joven se despertó en una habitación acolchada, la camisa de fuerza le atenazaba y le hacía daño en el hombro. Se abrió la hendidura de la puerta y le pasaron una bandeja con comida.




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