miércoles, 4 de julio de 2012

Capricho Nº 5 de Paganini

Paganini sonaba fuerte en la cabeza de Héctor, la Campanella llevaba mucho tiempo sin parecerle tan bonita, la televisión no le seducía, las pseudo películas románticas se quedaban muy atrás de sus espectativas.
Las ojeras marcaban firmemente su rostro, definitivamente había sido un buen día.

En otro lugar a la misma hora, un chico joven no podía dormir por el asfixiante calor de la mañana madrileña, sus ganas por triunfar en el mundo del rap le llevaba a escuchar música clásica que pudiese inspirarle, así llegó a una base de violines muy rápida que le parecía ideal para sus letras. Por ello empezó a escucharla más en profundidad.

En la otra punta de la ciudad Luis se levantó después de dormir durante demasiadas horas, la cara tenía la marca de su almohada firmemente tatuada, se mojó la cara, se miró al espejo y miró su móvil.
-Hoy va a ser un buen día, eres genial y nada te va a frenar.
Llegó a su coche y una sinfonía que le parecía ciertamente estridente sonaba en la radio, le parecía extraño que saltase RNE Clásica, pero esa melodía iba enganchando al picapleitos.

Lucia se examinaba ese jueves de su último examen en el conservatorio, sabía de buena tinta que su profesor era un friki de Paganini por ello iba ensayando la melodía en el metro, la gente la miraba maravillada.

Claudio era un argentino que acababa de llegar a Madrid, le gustaba curiosear todo y acabó viendo un enorme edificio que tenía un letrero que anunciaba que eso era un conservatorio, buscaba ansiosamente un CD de música clásica, los madrileños son gente rara, así que quizás allí tuvieran algo.

Miércoles era una joven curiosa, había quedado con su padre en acompañarle a la audición de una alumna, así que se presentó en el conservatorio para ver que tal iba, se encontró en su entrada a un argentino con aires desgarrados preguntando por una tienda, se encontró con Luis, el abogado de su padre, pero parecía llevar prisa mientras silbaba algo despreocupado por la técnica. Una chica se cruzó en su camino provocando que casi perdiera el equilibrio, la chica le gritó disculpas argumentando que llegaba tarde. Por último se encontró a Héctor, su padre, siempre tan bien vestido y con el pelo negro recogido en una coleta. Le estrechó entre sus brazos y fueron hablando de trivialidades hacía el aula de examen.

Lucia tocaba como poseída, el capricho 5 de Paganini nunca había sonado tan bien, parecía que el mismo compositor hubiese resurgido de su tumba para tocar ese violín.

Claudio escuchó esa mágica melodía y se metió hasta la cocina del conservatorio para ver de donde procedía.

Luis empezó a escuchar esa airada forma de tocar un violín y de pronto sonó su teléfono móvil, su hijo le llamaba para pedirle que comprase pan a la vuelta, pero al otro lado del teléfono sólo podía deleitarse al escuchar lo mismo que llevaba saliendo un rato de su ordenador.

Así, Héctor, Miércoles, Luis, Claudio y el joven rapero, escuchaban a la vez la magia de Paganini, de manos de la diosa destino, digo de Lucía.

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