miércoles, 18 de julio de 2012

Lucía

Lucía era una mujer madura, una hoja inteligente, completamente capaz de todo, pero también bipolar, dubitativa e incapaz de llevar a cabo cualquier proyecto. ¿Os parece contradictorio? Pues no habría mejor adjetivo que ese para definir a esta señorita
A su lado caminaba Ajenjo, era su compañero de habitación, ambos compartían un estudio céntrico, mugriento, unas paredes amarillentas y un suelo corroído eran el escenario de sus días. Ambos se dedicaban a unas profesiones ciertamente liberales, él se dedicaba a inspirar y ella a expirar. No quiero decir que Ajenjo fuese un cocainomano, que también, sino que era asesor en los brainstorming que sucedían en las empresas televisivas más cotizadas de L.A, ella sencillamente escribía hechos lamentables y se dedicaba a considerarse muerta y ahogada entre las paredes. La cocaína era esencial para Ajenjo y las depresiones el segundo apellido de Lucía.
Ajenjo volvía tarde de inspirar, se solía encontrar a Lucía golpeándose contra una pared, con las muñecas ensangrentadas, lanzando platos contra algo, gritando a algún vecino inexistente... Por eso las paredes eran amarillentas, él pasaba de pintarlas una vez por semana. El suelo volvía a estar manchado de absenta y ella llorando en un rincón, sus piernas recogidas entre sus brazos y amparadas por las convulsiones de sus sollozos, rodeándola se encontraban decenas de folios garabateados o escritos, Ajenjo nunca entendía la diferencia.
-No llores, mi amor. No llores más. Te vas a deshidratar
-Déjame, no te pienso obedecer, lloraré si me viene en gana
-No seas tonta, he traído cena.
-No puedo soportar más este sitio, un lugar donde brillan más las noches sin luna, donde sueñas con que las estrellas te inspiren y tu sólo te dedicas a esnifar
-¡Ey! Eso es genial para tu nuevo libro
-No me tomes el pelo, hijo de puta, tu simplemente duerme y llévate tu humor contigo
-Voy a poner música, así no escucharé tus sollozos, llegas a aburrirme mucho
-La música no calmará tu sentimiento de culpa
-Tampoco las lágrimas tu demencia
-Es tristeza, no demencia
-¿quieres que sigamos hablando y te deje sumida en esa depresión?
-No podrías, tu mente es inferior a la mía
-Piensa que tus abuelos murieron y son cenizas, piensa que tus padres te repudian y eres un mal polvo, piensa que alguien que limpia con un cepillo los trata igual y entenderás que estás muerta, sólo en mi cabeza sigues viva
-Entonces déjame marchar
-¿Quieres morir?
-Hace mucho que no estoy viva, mucho tiempo que me llamas loca, mucho tiempo desde que me fui... Demasiados minutos aunque fuesen segundos
Ajenjo derramó una lágrima, mordió su sushi y al volver a mirar al rincón Lucía ya no estaba

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