domingo, 16 de diciembre de 2012

Tierras demasiado fértiles

No le busquéis sentido, no lo tiene
Llovía, como todos los días desde hacía demasiado tiempo, había universitarios allí que no sabían lo que era un día claro, había señores mayores que hablaban con nostalgia del sol, moría gente por falta de vitaminas y las plantas no se atrevían a crecer en una tierra tan fértil, un suelo así no valía, no llovía de forma torrencial, tan solo lloviznas eternas, lloviznas de 22 años. Lloviznas que dejaban toda tierra en barro, todo los rostros en blanco y las miradas de los gatos que se aglutinaban alrededor de nuevos ríos y lagunas adolescentes.
En una comisaria de la zona anochecía el lunes, daba igual el día y la hora, las paredes siempre eran del mismo color, las voluntades de la gente estaban húmedas y las ganas de respuestas habían quedado atras. La seguridad de la ciudad no llevaba armas, allí nadie se revolucionaba, allí todos habían perdido interés.
Un hombre que vestía de negro estaba fumando en el lateral de la comisaria, a esta situación un agente ocioso salió para advertirle.
-Disculpe, aquí no se puede fumar
-En mis pulmones tampoco
-Ya, pero es que esto es una zona con contenidos inflamables y podemos morir todos
-Amigo, tú llevas muerto desde que planteamos esto...Lo siento, es el plan, no se puede salir del plan
De la cornisa se descolgó una persona a la espalda del policía, le agarró del cuello y pusó una mano sobre su boca, cuando intentó girar su cabeza el chico de negro se deslizo hacia él y le apuñaló hasta que dejo de gemir, su mirada se perdió, se fue apagando paulatinamente hasta que el alma dejó ese cuerpo... Tenía agujeros suficientes por donde escapar.
El chico que fumaba sacó un cigarro nuevo y entró dentro de la comisaria solo, se vio obligado a acabar con otros dos agentes, subió a la segunda planta, y llegó al depósito de objetos requisados. Había cientos de estanterías plagadas de armas de fuego, pero él llegó a una caja fuerte. No estaba cerrada, no esperaban que nadie llegase allí. Había una piedra de rubí en forma de corazón, era del tamaño de un canto rodado, la metió en su abrigo y vio que su equipo había dejado todos los pasillos de la comisaria con una gama cromática de rojos y blancos en paredes, suelo y techo. No le gustaban esos métodos, pero se justificaba diciendo que eran humanos, algo malo habrían hecho para merecerlo. El primero era el culpable de la muerte de los demás, los otros eran sus amigos.
El hombre de negro siguió andando por su cuenta, llegó a una zona de viviendas y entró en un bloque de pisos completamente a oscuras, subió al 4 H, y entró. Allí olía muy bien, había una niña rubia subida a una banqueta haciendo una tortilla.
-¿quieres comer?
-No gracias, vengo a dejarte esto y me voy
-Quédate
-Vale
En ese momento volvió a entender que desde que empezó a llover nunca había sido una niña, sin esperanzas no hay motivos, sin motivos las razones carecen de sentido, sin sentido la vida es mera existencia. ¿qué le queda a quien sólo existe?. Nunca había podido entender a aquella niña, pero daba igual. Él tenía sentido, luchar, él tenía motivos, vivir, él tenía esperanza, tomar esa tortilla que hacía un rato no quería


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