jueves, 13 de diciembre de 2012

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Llévate a los gatos, quema la casa, rompe las fotos, y déjame con las respuestas de verdad, no las que creas que quiero oír... Sólo las que sean las que no te atreves a decir.
Y nada queda de aquel que pensabas que era... He vuelto, quizá más alto, más guapo, menos sonriente, más positivo... Quizá es que los que estamos rotos por dentro resultamos más atractivos, no creo que llegué a saberlo. Quizá es ternura, instinto maternal o esperanzas en poder cambiarme... Pero desde hace unos meses me declaré en rebeldía y nada va a frenarme.
Mendigaba amor en cualquier calle, me venía abajo ante tus ausencias, no supe sobreponerme, o sencillamente disfrute bañándome en el fango de tus recuerdos. 
Maldije en voz alta mi suerte, no pude, no supe, no quise abrir puertas a ver, siempre fui de tener curiosidad, acercarme a la mirilla, pero no fue mi rollo dejar entrar a nadie... Quizá porque la casa aún estaba desordenada, y no tuve fuerzas para tirar tus muebles. Ya sabes, me gusta el olor a fresno aunque los sentimientos se hagan un poco viejos no pierden valor, se revalorizan y después del tiempo saben como recordarte que sigues sometido a ellos.
Y no tengo muchas cosas claras después de que lloviese durante demasiado tiempo bajo mi amiga la nube gris, pero sé que no voy a dejarme caer, ya comí mucho techo y chupe demasiado asfalto. Lo siento, un día me dio por pensar que no hay razones suficientemente fuertes como para existir y no hacer por vivir
Es jueves, son las 12, y nadie está leyendo esto. Me quejo de incomprensión, pero tampoco busco que nadie lo comprenda... Escribir es, en definitiva, la forma de mostrar lo que pensamos en un extraño lenguaje, quien te trata es el que sabe traducir esta compleja paleografía

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