lunes, 10 de diciembre de 2012

Holocausto de margaritas

El culpable siempre será el que avisa, sea pronto o tarde... Siempre, sin lugar a dudas, será el culpable.
Y nos hacemos partícipes de una serie de incongruencias en las que nos dejamos deshacer, pues no habrá más que palabras y de las grandes guerras se recuerdan las batallas más importantes, pero nunca serán protagonistas los que se rinden... Tampoco los héroes que se exceden de valientes, ni los cobardes que decidieron huir... Tan sólo no habrá héroes, sólo una serie de cobardes, valientes e indiferentes que condicionen miles de vidas sentimentales, entre ellos apareceremos y nos haremos cargo de los retazos de antiguos corazones que quedaron en medio de una lucha sin cuartel, sin vencedores, ni perdedores, sólo de historias que fueron incompatibles, no en momento o situación, sino en personas y en suspiros que escondían las tiernas caricias que nunca se acercaron lo suficiente para ser sentimientos. 
El culpable siempre seré yo o serás tú, pero ninguno de los dos admitiremos algo categórico, nos limitaremos a decir que no funcionó, porque no era el momento, porque no somos compatibles o que eramos otros. Nunca diremos que teníamos miedo, que íbamos demasiado rápido o que los besos furtivos abruman a cualquiera. ¿quién merece la carga? Cúlpame si así te vas a sentir mejor, pero nunca fue mi modo de luchar rendirme sin morir. No vas a encerrar todos los pájaros que pululan en mi cabeza, su canto es fuerte, y cuando pienso en rendirme se ríen de mi. Te veo aquí, pero no estás. Te vas, pero tampoco estás allí. 
Si en el fondo somos odas subjetivas a la sugestión que nos provocamos... Quizá ninguno de los dos seamos tan buenos, quizá no sea tan malo, quizá no sea tan dulce, quizá no me fui por ganas... Quizá aún te tengo miedo.
Y en algún momento nos hartaremos de buscar respuestas desojando margaritas y salgamos a encontrarnos en retinas que están demasiado cerca

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