lunes, 1 de octubre de 2012

Dicotomia

Despertó entre sudores fríos, su pulso estaba acelerado y las paredes de una oscura habitación a las cuatro de la mañana le abrumaron. ¿Qué pasa aquí?
Había oído un ruido, estaba seguro, miró a su lado y vio como a una extraña con quien compartía cama, no sabía quién era, pero después recordó toda la historia de golpe, no sabía si prefería comprender su pasado o disfrutar de una feliz ignorancia.
Llevó la mano a lo que escondía bajo la mesilla, la pistola no solía mentir y esa noche quien le hubiese despertado iba a comprender que era decir la verdad. Cogió un cojín para evitar hacer ruido con el disparo que premeditaba.
Salió de su habitación empuñando firmemente lo más letal que poseía. Se encontró una figura de pie en medio de salón, irónico, le quebró por completo sin necesidad de sentir el retroceso del cañón en su hombro. Él no debería estar ahí, estaba bien muerto y eso no podía ser más que una pesadilla. Sin embargo la fría culata y el desproporcionado peso del arma le hizo comprender que pocas cosas hay imposibles cuando te despiertan de golpe.
No hay conversación que pudiese transmitir ese sentimiento, saber que en sus escaramuzas se había llevado a inocentes había dejado de torturar a nuestro protagonista... Bueno, supongo que vosotros tampoco creéis en la vehemencia de su afirmación. La figura que tenía cara a cara era el mayor simbolismo a la infancia que puedan ustedes encontrar. Sus mejillas estaban manchadas de lágrimas mal secadas, sus manos manchadas de sangre y de su diminuto tórax afloraba una rosa demasiado sangrienta como para poder ser regalada. Durante años había considerado que su fin justificaba de lejos sus muertos, pero en la mirada de ese niño se había perdido lo tierno. Recordaba sus ojos sorprendidos y a su objetivo huyendo. Agacharse a intentar hacer algo con la exigua vida de ese pobre alma era lo único humano que había echo en su vida... Pero daba igual, había roto todo y nada podía hacer.
Fíjense, cuando no se sabe que decir de alguien aludimos a que es muy humano, pero si a alguien le quitas ese calificativo, ¿de qué sirve lo demás?
Era una pesadilla, desde luego, ese pobre diablo no había empuñado un arma en su vida, menos aún segado una vida, pero hay armas bastante más mortales, esas, amigos, llegan sin necesidad de intermediario.

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