lunes, 15 de octubre de 2012

Carta de Corazón despechado

No hablemos de respetos ni de tratos de cortesía, hace tiempo que sabemos que no va con nosotros. La resignación al hola y adiós no es para gente como yo, decidí que me acotaría con quien quisiera y hace tiempo abandonaste la prioritaria recta de lo prohibido... ¿quién iba a quedarse en ella, Razón?
Dirás que soy un hijo de puta, pero bueno, me fui acostumbrando a los calificativos cuando me despedí del sentir. ¿quién dijo miedo? Tú, ¿quién sino?
No volví a confiar, pero siendo un órgano que se dedica a bombear sangre nadie necesita otra cosa que instinto y pasión, me dedique a cumplir con celeridad y convirtiéndome en maestro de despechos con la escuela de la victoria a mis espaldas... ¿qué les jodía? Pues que se jodiesen.
También desistí a llamarte de usted, sólo eres coherencia y razón, la coherencia es el fundamento del aburrimiento y la razón es la condena a la eterna duda. Dejarse llevar no supuso la opción de un amor que había caducado con vistas a que la razón y el corazón no estaban obligados a entenderse. Fracasamos un año antes de llegar a mirarnos a los ojos y ver pozos que habían sido oportunamente vaciados.
Y decía Manrique que las vidas son los ríos que dan a la mar, pero era joven y no estaba preparado para morir por algo, los corazones también tenemos derecho a ser cobardes, todo el puto día dando impulsos a la sangre no quiere decir que me sobren los huevos para enfrentarme a dejar de moverme a cada segundo.
Y mira Razón, los buenos ratos los pasé sin más que ser presa de los latidos más fuertemente acompasados, fueron buenos ratos, si, creo que en alguna ocasión llegué a fibrilar por la emoción y estoy seguro de que expulsé la sangre adecuada para que nadie considerase la necesidad de volver a ver abiertos mis ventrículos durante la diástole más bizarra. Bueno, eso es algo que nunca tuve valor a cambiar, me volví bizarro hace años y cuando tú, puta razón, hiciste un ataque preventivo dejé todo en su lugar... Prometo no haber dicho nada coherente en estos años, ni haber vuelto a mirar al cielo buscando si allí arriba alguien arrastró a mi cordura. Dicen que es bello estar loco de amor y que sino amar es una locura, pues espero que no sea un absurdo como la sinrazón del desamor. Aunque pensándolo bien, un corazón puede decir te quieros a la soledad y sentir la primavera baldía en cada mirada que prometa un punto fijo...
Miren ustedes, sé que están leyendo esta carta privada al señor Razón, y están riéndose de mi. Si no tienen nada mejor que hacer es que están tan vacíos como mis venas en sístole, juntense a escribir epístolas al más absurdo de los argumentos. A la Puta Razón
De verás se cree buena con argumentos y plagando de miedo nuestras cosechas... Pues no a mi, no así

1 comentario:

  1. Es, sin duda, una carta sentimental. No podía ser de otra manera, por supuesto. Supongo que los que hablan de palabras dichas con el corazón en la mano intentan acercarse a este texto escrito con la pluma en el corazón. Es lo que tiene que ser, más aun, es lo que es.

    Y... «la coherencia es el fundamento del aburrimiento y la razón es la condena a la eterna duda». Esa es una frase que bien podría haber sido proclamada por una pequeña bolsa de músculo borracha de sangre, un corazón irracional e interno, siempre en medio, siempre entrometido, tan diferente de la fría y apartada mente de la periferia, que observa calculadora desde su alto trono de hueso.

    ¿Quién se atrevería a llevarle la contraria?

    Bien hecho.

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