domingo, 28 de octubre de 2012

Asador de Castañas

Había sucedido una guerra que había destruido el país, nadie ganaba y todos perdían, no había bandos, todos se asesinaban, pero llegaron los Eros, un grupo de personas que se escondía antaño, pero que con la pobreza salieron y se convirtieron en el poder armado de un país roto. Era una estirpe que podía canalizar su alma en las manos y usarla como un arma. Todo el mundo es capaz de ello en este lugar del que les hablo, pero nadie lo usaba como ellos.
De eso habían pasado más de veinte años y la paz parecía evidente, había normas extrañas, censura de sentimientos y una selección artificial. Normas extrañas como el poder indiscutible de la nueva autoridad, censura de sentimientos como odiar, sólo se podía amar, y una selección artificial que eliminaba a todo neonato que tuviese una discapacidad, los denominaban taras. Tener un hijo discapacitado, e incluso esconderlo no era causa de multas, ni de amonestación, les daba igual, pero si les encontraban les asesinaban sin ningún tipo de piedad.
Jacob regentaba un céntrico puesto de castañas, era invierno y la venta era muy elevada, los Eros amaban las castañas asadas y las mazorcas de maíz, eran gente muy simpática y no tenían una mala palabra para nadie, casi nadie les odiaba, tampoco les temían, pues no había cárceles, nadie tenía ganas de luchas después de haber conseguido la paz y la riqueza de la que disfrutaba el pueblo les calmaba el estómago. Jacob era viudo desde que seis años atrás había muerto su mujer en el parto, su hija nació con la discapacidad de tener una parcial parálisis que era condena a muletas para toda su vida, era suficiente como para ser ejecutada por los Eros, pero siempre encontraban excusas como una caída en las escasas ocasiones que la sacaban a la calle. Jacob apreciaba a los Eros, pero les temía, por ello era el vecindario quien se encargaba de la pequeña María, todos amaban su sonrisa, sus ojos azules y su fino pelo rubio. Para Jacob era la viva imagen de su mujer, era una forma de anclar el pasado que se fue, era la señal que aseguraba haberlo vivido, era de esos pellizcos que duelen y no te hacen despertar.
Los Eros habían anulado la antigua tradición de las fuerzas de seguridad que les llevaba en parejas, los Eros eran seres independientes en sus labores, no querían ir acompañados mientras trabajaban, pero en su vida privada eran seres muy gregarios, era raro verles solos si no iban de servicio. Aún así, si veían una irregularidad no dudaban de intervenir como intermediarios, como habrán supuesto no dudaban en intervenir con total brutalidad en los casos claros. Para ellos todo era claro, la mente de los seres humanos era inferior y no les costaba encontrar la verdad.
-¡Buenos días Jacob!-Era un Eros llamado Aluro, era tan alto como solían ser ellos, tenía el mismo pelo oscuro y los mismos ojos violeta, el mismo atuendo de frac y las mismas manos cubiertas con guantes. Aluro era un buen amigo de Jacob, siempre le compraba castañas, eran las mejores de la ciudad. Incluso le había librado de alguna multa puesta por cerrar estando con gripe. Aluro iba acompañado de su mujer, una mujer igual que su esposo, pero con el pelo largo y extremadamente preciosa, unos ojos violetas muy brillantes, ojos que también tenían las dos gemelas de nueve años
-¡Hola Aluro! ¿hoy toca día familiar?
-Si, aquí venimos, a pasear un rato mientras comemos tus castañas. ¿qué tal va el negocio?
-Bien, bien. Está haciendo mucho frío, las castañas calman esa sensación. ¿y tú? ¿muchos jaleos?
-Bueno, ha habido rumores de que al sur hay una especie de revuelta, dicen que son unos "taras" que llevan sobreviviendo años, les apoyan más de los tuyos, pero vamos, que no tienen nada que hacer. Espero que no me toque ir, me da una pereza horrible, por gente como tú os he cogido mucho cariño
-Bueno, seguro que no es nada.
Después todo sucedió muy rápido, pero para Jacob se hizo un mundo. María bajaba la calle gritando de felicidad balanceándose con sus muletas, estaba a menos de 100 metros, no podría huir con su problema.
-¡Papi!
-¡NO! ¡Vete!
Antes de que Jacob pudiese girarse hacia Aluro, éste ya había desaparecido. Jacob pensaba que lo de la velocidad era un mito, pero cuando volvió a girar su cabeza y verle frente a María con su mano rodeada de una luz negra entendió que no era un mito. La mano del ser impactó contra el estómago de la niña, esta salió despedida varios metros atrás. El brillo azulado de los ojos de María desapareció cuando la mano le tocó, sus ojos seguían abiertos, el gesto de su boca era de una sorpresa que no llega a completarse. Sus muletas quedaron en el suelo mal ubicadas y con un ruido estrepitoso, su cuerpo se posó en el suelo tras rebotar varias veces.
Jacob se lanzó con el hierro de las mazorcas de maíz en la mano, pero Aluro se apareció a medio camino y detuvo el brazo que empuñaba la vara. Jacob comprendió la razón por la cual nadie se defendía, no podían. El cerebro se quedaba absolutamente inservible, sus cuerpo no les pertenecía, pensaba y odiaba, pero no podía pelear contra unos ojos que se habían tornado a un violeta casi transparente.
-No deberías haberme intentado atacar en público, menos delante de mi familia... Si esta situación fuese en privado te dejaría vivir, me caes francamente bien, comprendo lo de defender a tu hija, pero tu furia no te sirve... Sé de su existencia desde el primer día, no iba a hacer nada, me hubiera encantado decirte que podías vivir por ella, que podías luchar por un sueño, pero es absurdo morir por un recuerdo. El amor por tu mujer muerta te ha hecho un alma en pena, y el amor por tu sed de venganza te ha convertido en un hombre muerto.







No hay comentarios:

Publicar un comentario