martes, 8 de enero de 2013

Volví a caer

Y quizá no podamos llamar caer a no haberse levantado, pero hoy dejé atrás el patetismo más ruin, al fin y al cabo esto se llama Phoeniz, como Pérez, empieza igual y acaba igual, empieza y nunca acaba, vuelve a empezar.
Pero bueno, no nos olvidemos del léxico, y dejemos los pretéritos como recuerdos de un pasado, quizá lo único del presente perfecto es que se encuentra en la forma más compleja, pero al fin y al cabo consideramos lo perfecto como lo que acaba saliendo fácil, y así ha de ser el amor, dicen.
Y volví a mi, dejamos al otoño los deja vú, pero después volvió el invierno, y aquí estamos, mirándonos a los ojos con el semblante que siempre quisimos tener, como amigos que se rozan, como anónimos que se cruzan y como desconocidos que nunca llegarán a pensar en qué pudo ser. ¿Qué más da eso? Nada va a venir a cambiarnos a estas alturas, tu siempre fuiste muy tuya, y yo solía dejar de ser mío. Hay quien lo ve como un defecto, pero somos así, y eso es lo que nos hace perfectos.
Me incumplí promesas, me mire despacio, te medí deprisa, pero aunque las esperanzas del brillo en la aurora no cejen en su empeño de ser el brillo de tus ojos, algún día acabarán comprendiendo que nacieron para hacer algo grande, para eso dicen que está el sol, ¿no? pero lleva miles de años sin acabar de comprender que en verano brilla fuerte y abruma, pero en invierno es cuando se le suele apreciar.
¿A qué voy?
Pues a que perdí mi fe, no volveré a confiar en mis promesas vanas, ni en las suposiciones de mis prejuicios, que quizá es mejor aprender a estar solo antes de planear un atraco sin ser totalmente cómplices. Atraco, si, al banco de unos sueños que se fueron a plazo fijo, ahora es tarde para pagar los intereses, mejor dejar que se apague por un tiempo, quién sabe, quizá vuelva el tiempo de la bonanza, pero hoy es tiempo de encontrarse.
Y no es en otros ojos, en otros labios, en otro pelo, o en otras lunas de Venus, sencillamente a encontrar que miran los míos, a saber si mis labios quisieron encontrar algo, que hacer ante mi calvicie y... ¿a quién le importa si hay vida en Venus? Queda muy lejos.
¿Qué he querido decir con todo ésto?
Que mi corazón y mi cabeza han firmado una tregua, uno ha prometido no llamar gilipollas al otro, mientras el uno no hable de lo aburrido que es ser racional a cuatro grados bajo cero. Creo que es un buen trato, si así anulo mis quebraderos de cabeza y alivio mi flato, no habrá quien pueda vencer a ese pueblo desunido que el cuerpo de mis errores. Que son mis errores cicatrices, que son, al fin y al cabo, casas que se van cayendo con el paso de los años.
Y alguien me dijo que debo aprender a estar soltero para ser una buena pareja. Ahora no es tiempo de parejas, es tiempo de bondades, de calma y de holgar la senectud.
¿Encontrarme?
No, sé perfectamente donde estoy
¿Conocerme?
No me caería bien
¿Crearme?
Para eso todos los días tenemos un rato

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