domingo, 13 de enero de 2013

La tienda de jabones

Bajo el nombre de "Jabones Paquita", se escondía una tienda de lo más extraño, un lugar de culto dentro de una ciudad que censuraba la magia y la alquimia, un lugar de encuentro entre magos, hechiceros y hacedores de pócimas de todo el mundo. Si necesitabas algo, Paquita te lo conseguía, siempre y cuando supieras de qué se trataba. 
Bajo el cuerpo de Paquita, una adorable anciana dueña de una popular y céntrica tienda, de pelo cano, rostro arrugado y cuerpo encorvado, se encontraba una bruja, no en el concepto de bruja malvada, verrugosa, comedora de niños y dueña de calderos oxidados, bueno, de calderos oxidados sí que lo era. Se había dedicado a la brujería antes de la ley que impedía la práctica de la hechicería y de la elaboración de pociones. Pero ella sabía que acabaría prohibiéndose, y además era de las que no disfrutan alardeando de sus dones, por eso nunca había echo promoción de su magia, sencillamente una tienda de jabones para los viandantes, y una tienda de ingredientes para los más instruidos.
Era tarde aquel domingo, había echo una buena venta, sus jabones eran únicos, proveía al mismo dictador gobernante y a casas reales de todo el continente. Sin embargo, cuando se ponía de puntillas para bajar la persiana de metal, un joven se acercó a ella
-¿quiere ayuda?
-Uy, me vendrá bien, pero me parece por tu voz, que vienes buscándola tú... ¿cómo me vas a ayudar sin haber solucionado antes tus problemas?
-Vaya, sus dotes no son sólo un mito
-Ni tampoco mis remedios naturales. Pasa dentro, he hecho té.
El joven era menudo, tenía el pelo cobrizo, con aire desaliñado, gafas, barba de tres días y un abrigo que más valía usar para trapos. Pero sonreía con aire melancólico, eso le daba cara de tener problemas que podría solucionar en ese exacto lugar.
Entraron tras echar el cierre, Paquita cerró con llave y le sirvió un poco de té.
-Vaya, este té no es normal, su olor...
-No es una pócima de la verdad muchacho, huele igual, sabe igual, pero he anulado las propiedades con ajenjo. Un truco de vieja, me permite saborear la pócima más dulce sin decir una sarta de verdades inconexas. Ahora pasemos a ti. ¿qué te perturba joven?
-No se anda usted con prolegómenos
-Tengo una edad a considerar, para mi el tiempo es algo valioso
-En ese caso no le quitaré demasiado. He leído que los ingredientes que necesito son dientes de león, una lengua bífida, sangre de roble y salvia de sauce llorón. 
-Ufff, ¿sabes que eso no es un filtro de amor verdad?
-Si, soy consciente
-Chico, esa mujer no se va a enamorar de ti
-Aflorarán sus sentimientos más profundos por mi de forma súbita
-No sólo el amor se esconde en las profundidades del alma, chico.
-Ya, pero es una seria suposición, estoy seguro de que es así.
-Si lo tienes seguro, ¿por qué necesitas una poción que te lo afirme?
-Pues... 
-No estás tan seguro
-En efecto, pero no sé que más hacer, quiero que esté a mi lado.
-Mira, me da que venías buscando un filtro de amor, un método de atrapar un corazón y de seducir a un alma... Pero te dejaré algo claro, el amor no se puede provocar, el amor no se crea, aparece donde quiere, se marchita cuando no le cuidas y vuela cuando intentas utilizarlo. Si usas la poción que me pides con intenciones deshonestas, el amor no volverá a tu vida nunca.
-No quiero atraparla, sólo la quiero...
-Querer, que palabra tan posesiva... No te concederé los ingredientes, no voy a condenar tu alma. Cuando aprendas a ver el amor como algo libre, el enamoramiento como fruto de algo mutuo y la felicidad como la base en ti mismo, ven a verme, te enseñaré como potenciar tus sentidos. A seducir no se enseña, la seducción no es un arte o una ciencia... La seducción es relativa a las dos personas que protagonizan una historia.
-Paquita, si no me das eso, condenarás mi cuerpo a la muerte, pues el suicidio es mi única esperanza
-No sabes nada aún
-Si no me concedes los ingredientes, no llegaré a saber nada más.
-Putos críos pretenciosos. 
La vieja se metió a la trastienda y volvió con un pequeño frasco
-Toma
-¿es un filtro?
-No, es una pócima para que te quites la vida, hazlo fuera, no me gusta que me manchen la tienda de vísceras
-¿tan poco me importa mi vida, vieja?
-Tanto me importa tu alma








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