viernes, 21 de septiembre de 2012

Caballero

No podía ser y ambos lo sabían.
Lo cierto es que llevaba varias semanas sin dormir, las noches se le hacían duras en un estado de semiconsciencia, pero peor eran los días que se balanceaban entre sobriedad, cafeína y Brugal, si apenas esto último era lo único que permitía que pudiese desconectar en la afanosa tarea de contar la topografía de su gotele del más bajo proletariado.
Lo más jodido era verla pasar por delante de él con cualquiera que pudiera pagarla, no era bueno enamorarse de una prostituta, a los pobres las mamadas no les suele rentar como a Richard Gere, ellas no eran putas, ellas eran estrategas del marketing, almirantes del orgasmo y catedráticas del placer. Enganchaban más que la nicotina, pero no llevaban un 25% que pusiera "Follar engancha" o "El sexo que le dan no lo protagoniza el amor".
Ella le había dicho varias veces que si no podía pagarla tampoco iba a tener sexo con él, pero a la cuarta paliza todo suele empezar a importar menos. Se llamaba Brigitte, o eso le había dicho, el nombre del pobre adicto no nos importa, pero si que se moría por escuchar los susurros más sucios.
Se dirigía al burdel a recibir una paliza como cualquier día, pero se encontró a un policía forcejeando con un mantero, cuando el joven africano sacó su navaja la pelea se dio por zanjada, la sangre en el suelo fue el epílogo y el ruido seco que hace un cuerpo al caer compusieron los créditos finales. El joven adicto se acercó al cuerpo y vio como se extinguía la vida del agente, fue su último nexo con la vida. No sabía si se ve un túnel antes de morir, o si pasan todas las imágenes en forma de diapositiva, o si te esperan tus seres queridos... Sólo supo que el alma existe en los ojos de una persona, y que en ese cuerpo inerte ya no había espíritu que se atreviese a decir este cuerpo es mio. El chico cogió la pistola y se fue directo hacía el burdel.
Se la guardó en la chaqueta y los porteros empezaron a reírse cuando le vieron aparecer de lejos. Sacó su pistola y les apuntó. Ellos pensaban que ese hombrecillo no tendría valor a hacerlo, pero ya no pensaron nunca más. Ya se sabe, no hay segunda oportunidad para las primeras impresiones.
Una vez dentro el barman se sorprendió de volver a verle, las putas también y Brigitte la que más. Aunque esto parezca una tragedia griega no acaba así. Él vuelve a llorar entre sus piernas, y se va por última vez de ese local, con su despedida se acabó su obsesión y continuaba su vida. Era un caballero y nadie impedía que quedase de otro modo

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