jueves, 16 de agosto de 2012

Juegos de Artificio

Era un sótano, la luz de una lámpara que se descolgaba del techo alumbraba nuestros rostros, pero nadie dejaba ver sus cartas. Todas las caras eran hostiles, yo no sé la razón, pero todos me miraban con odio, entre ellos caían las pullas aunque se veía que ya se conocían de otras partidas.
No recuerdo exactamente cómo había llegado allí, pero sólo pensaba en pirarme. El humo del que tenía en frente me golpeaba con fuerza, llevaba al menos treinta cigarros en menos de dos horas de partida, sus brazos eran desmesurados en comparación con su cabeza, detrás de sus pómulos se escondían unos ojos azules que escudriñaban la realidad haciéndose los distraídos. Llevaba una camiseta de Artic Monkeys que no parecía que fuese a aguantar demasiado tiempo la presión de sus pectorales... Me daba un poco de miedo. Era un tío con una enorme influencia política y eso le permitía camuflar su enorme cantidad de hijos ilegítimos. Le llamaban Lorenzo el Pall Mall
A la vez, a mi lado se sentaba un tío bastante extrafalario, llevaba los cascos al cuello y podía escuchar todo el repertorio en aleatorio de su ipod, sin embargo no podía entenderlo. Era un joven bastante alto, moreno y con ropa catalogada como "normal". Era demasiado efusivo, me había dado varios codazos cuando había lanzado las cartas a la mesa con algún full mientras gritaba un "tomad hijos de puta!", no dejaba de beber coca-cola de forma compulsiva, le habían dicho que era barra libre con la primera apuesta y parecía que quería cargarse el capitalismo él solo. Cuando le conocí me contó una trepidante historia sobre un balazo que me dejó absolutamente asombrado. El tío decía que provenía de una larga extirpe andaluza, pero todos le habíamos visto en la tele como dueño del Corte Inglés, todos le llamaban Imanol.
A mi otro lado se encontraba una chica muy rara, parecía muy tranquila, pero había llamado imbécil a todos los de la mesa a la mínima que tenía ocasión. Yo había visto pisar la cabeza, literalmente a una mujer que le había dicho "Eres demasiado mona". Decían que ella misma envenenaba a sus enemigos y pasaba de matones. ¿Habéis escuchado alguna vez lo de que el asesino siempre llega con una sonrisa?, Pues eso. Sin embargo era alguien dulce, menos cuando jugaba, ahí daba bastante miedo. Llevaba dos esclavos atados con enormes grilletes y se hacía conocer como La Madame de Alcorcón. Yo tenía algo de miedito por ella también, llevaba una botella de sangría a su lado, siempre decía que no iba a poder acabársela, pero siempre la apuraba.
A su lado se encontraba un tío con gafas de sol y sombrero, estábamos en un sótano, eran las 3 de la mañana, pero él no se percataba. Iba bastante colocado, a cada calada decía "alegrida", su pelo le tapaba media cara y su Iphone no dejaba de pitar. Siempre que pasaba la camarera susurraba "¡qué modennna!", su mano se cerraba en su cara cada vez que se llevaba una mano y hacía un ruido extraño. A este le llamaban King of Queens. Ni puta idea del porqué.
En la otra punta de la mesa se encontraba alguien que acaba de llegar, pero se estaba llevando manos cabreandonos a todos. Llevaba una horrible pulsera en su mano derecha, venía con aires de buena, pero realmente era demoníaca, me sonreía mientras susurraba con un acompañante, después se reía a carcajadas.  Venía por que todos sabían que era de fiar, pero su suerte nos estaba dejando algo moscas. Ella era conocida como la Princesa del Pueblo y venía de San Blas
La partida se estaba calentando, los ases caían en la mesa, cada uno veníamos de un sitio diferente, pero el insomnio, las ganas de hablar y el riesgo de algo que no tiene más futuro del que le des a una noche nos unía. No importaba si ganábamos o perdíamos, sabíamos que a la semana que viene volveríamos a estar jugando al Texas Hold'Em, en ese sótano que olía mal, que no dejaba ver una mierda y en el que cualquiera podía guardar un arma. Podría ser una emboscada perfecta de nuestros enemigos, pero nos la sudaba. Juntos eramos fuertes, eramos invencibles. Vale, que si alguien hubiera entrado con un fusil no habríamos tenido mucho que hacer, pero la sensación no era esa. Durante esas noches de miradas, de "hijos de puta", de "Eres lo puto peor", de "ojalá te mueras" y de bebida gratis, se escondía una afinidad que sólo la da el vicio, el vicio de tener a alguien con quien compartir sin hablar.
Yo antes de jugar esas partidas hace dos años solía decir "Quien tiene una patata tiene un tesoro", ahora digo que quien tiene a algún pardillo al que desplumar y que le puede desplumar, tiene un filón. Pero en el fondo sé que las cartas dan igual, que si un día no tuviésemos la baraja nos lo jugaríamos a los chinos. No importa el juego, importa quien te llama "hijo puta" y tu reacción hacía él.
Quien tiene un cabrón de noche, tiene un amigo para todos los días.

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