miércoles, 15 de agosto de 2012

Incandescente

Tomas se metió una ralla, no había nada más sencillo para él, bueno si, pero no era el momento.
Su pelo era negro, su flequillo caía por su frente y las patillas oscuras marcaban su rostro. La barba de tres días hacían sus rasgos afilados, no había contraste con su delgado cuerpo, los dos días que su madre le veía al año bromeaba con que tenía que mirarle varias veces para poder encontrarle. Sus camisas de cuadros blancas y azules, sus pantalones vaqueros de pitillo y sus botas componían su vestuario a menudo. No era especialmente guapo, pero tenía encanto, mucho, demasiado.
Luscile estaba con él. Ella era algo más joven, pero ligeramente más metida en la nieve. Era preciosa, rubia, ojos negros, con un peinado chelsea, vestidos casuales y un cuerpo que inducía a los días que empiezan con besos y acaban con cigarrillos. Él pasaba de ella, lo sabía, pero estaba demasiado enganchada a Tom.  Vivían en un cuchitril del extrarradio, allí nadie hacía preguntas, a nadie le importaba nadie. Era mucho mejor así.
Tom se levantó cuando Luscile se lanzó en busca de encontrarse, cogió una pistola que estaba en la estantería y se la ajustó a la cintura. Después se colocó la camisa por encima, pero su ropa tan apretada no dejaba duda a lo que llevaba en su espalda.
-¿Cuándo cojones vas a dejar de hacerlo?
-¿Cuándo vas a dejar tú de estar tan enganchada a esa mierda?
-¡Venga ya! Los dos nos metemos lo mismo, gilipollas.
-No me refiero a eso, me refiero a que te trate así. No te mereces que te trate así, cuando vuelva espero no encontrarte aquí.
-¿Qué coño dices?
-Que te pires, que encuentres a otro mejor. No te va a costar.
-¡Eres un gilipollas!
-No eres lo que quiero
Luscile cogió su chaqueta y se precipitó a la salida, antes se dio la vuelta y le gritó.
-Lo que quieres nunca volverá, lo dejaste escapar, no soy insuficiente, simplemente no puedes tolerar que alguien encuentre la forma de quererte. Te recuerda demasiado a que estás enamorado de alguien que murió, ¡no me mires con esa puta cara!. Su alma murió por ti, se perdió mientras tratabas de encontrarte. Conmigo no harás lo mismo.
La puerta se cerró de golpe y se pudo escuchar en todo el edificio.
Tom, se mordió el labio inferior y se fue al baño a mojarse la cara.
Lo que más le jodía de Luscile es que siempre tenía razón. Puta niñata.
Salió a la calle y se dirigió a su objetivo.
La puta niña tenía razón, había perdido todo una vez, ahora volvía a estar en una situación similar, si bien es cierto que nunca había querido a Luscile más allá de donde llegaba su cama. Con Clemenza había sido algo diferente, pero ella no decidió abandonarle, esos cabrones habían obligado a tomar esa decisión, qué coño sabía su familia de lo que le convenía a la chica.
Entró en un bar de la zona, el ambiente era bastante decadente, las luces parpadeaban y hacía algo de frío. Pidió una pinta y un chupito de Jack Daniel's, empezó a beber mientras sacaba una pastilla de LSD. Era el sitio, era el momento y a su lado tenía su objetivo. Odiaba cuando Luscile les llamaba "victimas", algo habrían hecho para que le mandasen matarles por aquellas sumas de dinero.
Observó el ambiente del local, había un joven trajeado con un vaso de vino, estaba leyendo uno de esos mangas que tan de moda se habían puesto en los últimos años, llevaba unos enormes auriculares al cuello y estaba en su mundo. En la otra punta del local había una joven rubia, parecía muy independiente y estaba leyendo a Ortega mientras tomaba una pinta de cerveza negra, pasaba de todo lo que había a su alrededor. En el medio del bar se encontraba su personajillo.
Tom era ciertamente morboso, le encantaba entablar conversación con sus objetivos. El hombre era menudo, en teoría era joven, pero vestía como un viejo sacado de otra época, su mirada estaba ciertamente desviada y parecía sufrir algún tipo de autismo. Sus pulseritas con la bandera de España le hicieron saber que era su objetivo. Tom se acercó a él y le invitó a otra de lo que tomase. Resultó ser que sólo bebía agua, las bebidas gaseosas le hacían soñar cosas malas y el alcohol no le sentaba bien. Le encantaban las mujeres bien recogiditas en su cocina, seducirlas era su máxima, pero guardaba resentimientos hacía todas las de su pasado, pues todas le habían rechazado. Era ciertamente retrogrado y hablaba de la nueva escoria, le dijo que él era diferente a pesar de que no le respetasen. Tom no veía la hora de sacar la pistola.
De pronto el tío del traje se levantó y empezó a gritarle, le había molestado mientras leía su manga, se fue del local gritándole que moriría virgen. Tom se quedó alucinado, pero peor fue cuando instantes después la rubia viendo insultada su merecida independencia le rompió la pinta en la cabeza y se fue.
Tom supo que ese era el momento, se dispuso a sacar su pistola.
Pero las puertas del bar volvieron a abrirse de par en par.
-¡Te dije que morirías virgen!
El tío del traje entro y empezó a dispararle a quemarropa hasta que vació su cargador y se fue profiriendo alaridos.
El tío del suelo le miró serio y medio muerto, después le dijo
"Es mi precio por ser diferente, no hay respeto"
Tom le mantuvo  la mirada y le dijo
-Ahora entiendo porque me contrataron, eres un plasta, men.
Se encendió un piti y mientras la punta estaba incandescente salió del bar con toda la naturalidad del mundo, dejando al barman flipando.


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