lunes, 11 de junio de 2012

Onírico

Óscar y Sara eran personas normales, a él le encantaba encontrarse en una sonrisa, perderse en sus ojos, secuestrarla entre sus sábanas, no verla sobre el colchón y que volviese cuanto antes. A ella le encantaba él, subir la persiana para que le diese el sol, hacerle cosquillas, besarse hasta que tomase otro nombre.
Los dos disfrutaban de bailes inventados sólo para ellos, de ensoñamientos, de los nombres que les pondrían a sus nietos, de casas con jardín y con perros. Ellos no se decían adiós, parecían uno.
Eran inventores de paisajes idílicos, el cielo brillaba más cuando sus manos coincidían en el mismo espacio y en el mismo tiempo, cuando se reían unísono... El mundo era un lugar mejor y no importaba la crisis.
Ellos volaban por la ciudad sin importar las miradas, estaban por encima dentro de su burbuja y allí los buenos días se demostraban desde primera hora. Los besos no apagaban nada, no eran necesarios los saludos, pues siempre se miraban cómplices, como si no se separasen ni un segundo.
Cuando hablaban con algún amigo solitario le contaban preciosas historias de un lugar llamado "Amor" y cuando hablaban con amigos emparejados se estudiaban sabiéndose mucho más felices que ellos, no había nadie más feliz, y si tenía narices a decirlo que intentase demostrarlo.
Inventaban metáforas, motes y formas de dormir. Descubrieron nuevos mundos, todos los rincones de una ciudad que les veía abrazarse y la cura para mil rupturas de corazón. No necesitaban hablar de filosofía, de existencialismo o de escatología, pues no se necesitaba hablar del ayer, tampoco del mañana, jugaban con el tiempo y hacían que su presente conformase toda una eternidad.
Ellos dos vivían dando de comer al aire de su alrededor, una sonrisa es mejor que cualquier cigarro, pues no hay cigarro que dure un día, sus abrazos eran mejor que cualquier copa, pues el colocon y el aroma del otro aguantaba semanas, no había cocaína que les saciase como los recuerdos que aliviaban cualquier añoranza.
No ansiaban libertad, pues eran libres siendo ellos mismos el uno con el otro.
Hubo un día en el que llegaron a una montaña, no era especialmente bonita, pero las vistas y la compañía hacían que fuese la mejor, habían pasado todo el día caminando y haciéndose fotos muy absurdas, se merecían el beso de la cumbre viendo ese paisaje. Óscar inclino su cabeza como en el resto de ocasiones.
De pronto sonó el despertador, el papel pintado no tenía intención de devolverle el beso que se había dejado entre sueños.
Maldijo en voz baja, pero con una sonrisa, daba igual, había cumplido un objetivo, aprender algo nuevo mientras dormía, ya tenía otro objetivo: traer el aprendizaje a la realidad... Seguro que no era tan difícil

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