jueves, 17 de mayo de 2012

Paisajes

Julián y su aprendiz caminaban juntos, cargaban con su caballete, con su lienzo y con su caja de óleos. El paraje era totalmente desierto y no había nada cerca.
De pronto, entre el océano de arena, las nubes de arena, algún que otro oasis y un horizonte de dunas, encontró un montículo y allí subió.
Posicionó su caballete, puso su lienzo de forma horizontal completamente en blanco, sacó un pequeño banco donde se sentó, abrió su caja de óleos y comenzó a mezclar colores en su paleta sabiendo exactamente el tono que buscaba.
Trazó un par de líneas en al aire con un precioso color azul, unas líneas más curvas para insinuar unas nubes con tonalidades un poco grisáceas, tomó entonces el color verde mezclado con el azul del propio cielo, insinuó en el camino hacia la línea del horizonte un río, después tomo puro verde para hacer las siluetas que formaban el cauce, tomó un poco más oscuro el color para hacer la masa arbórea y después esbozó un par de montañas con tonos verdes muy difuminados.
En la zona que quedaba entre las montañas comenzó a dibujar las casas que componían un pueblo, todas las tonalidades eran oscuras, pues su interés radicaba en que el Sol se escondiese por una de esas montañas, así aclaró ligeras zonas a las que alcanzaban los rayos del astro rey
Su aprendiz no podía dejar de mirar los rápidos trazos de su maestro, le encantaban, pero sin dejar de mirar le tuvo que preguntar
-Maestro... Todo esto es desierto, ¿por qué ha venido a dibujar esto aquí?
Julián comenzó a reír. Sus ojos verdes se abrieron un poco para observar a su joven aprendiz.
-¿Has mirado el paisaje?
El chico miró el paisaje. Ya no había nada de desértico, no había cactus, no había arena, tampoco restos del paisaje amarillento y desolador que había visto a su ida. El sol se ocultaba delicadamente, las nubes se posaban sobre la cima de una montaña, la gente apagaba sus días llevando el ganado hacía sus casas, las luces de los hogares empezaban a encenderse dubitativas
-¿Cómo ha podido hacerlo?
-Yo no he hecho nada, hay belleza en todas partes, la cuestión es encontrarla.
El joven aprendiz se dio cuenta de que el paisaje que había retratado se encontraba tras el montículo, a su espalda se mantenía ese desierto inquebrantable, frente a él sólo había vida, genialidad, dinamismo...
-Vamos, nos he pintado una preciosa casa en el pueblo.

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