domingo, 1 de abril de 2012

Muro dementemente demencial

Saul tenía una enfermedad mental difícilmente clasificable, era una persona normal, pero en determinadas ocasiones le atacaba una melancolía y empezaba lanzar horribles alaridos y golpear las paredes.
Tenía una inteligencia muy elevada, pero era consciente de su problema y la ciudad también lo era, por eso se encontraba al otro lado del muro de hormigón.
En esa ciudad, les parecía horrible guardar a los locos en sanatorios mentales, sencillamente habían levantado un muro de ocho metros de altura, hecho una pequeña puerta por donde lanzar a los dementes y unos accesos solo conocidos por los guardias por donde soltaban liebres, cerdos y gallinas, para que los enfermos pudieran cazar y se mantuvieran en forma. El espacio era más grande de lo que se pueda pensar, era todo el bosque que lindaba hacía el mar, el espacio no bajaba de las treinta hectáreas y lo habitarían cerca de mil personas.
Caminando por allí, Saul había descubierto que allí había gente con problemas que no se deben tratar en un sanatorio mental y menos aún en campo abierto... Gente con enfermedades físicas de las que la familia prefería deshacerse y por las que pagaban por soltar allí. Había descubierto una especie de jerarquía, en la que los esquizofrénicos tenían un puesto elevado al lado de los borderline, por debajo de ellos se encontraban los maniático-depresivos, tras ellos se manejaban a los amnésicos.
Había descubierto también, que había otras facciones, ya que al este dominaban los que tenían enfermedades físicas que les destrozaban el cuerpo y habían vivido allí desde que eran niños, ellos dominaban a los depresivos y a los que tenían enfermedades ligadas a trastornos de baja estima personal.
Había un grupo de niños que fueron lanzados por la misma familia, contaba la leyenda que una bruja había maldecido a una parturienta y nacieron tres hijos, uno ciego, uno sordo y uno mudo. Estos niños eran temidos y venerados, ya que se creía que tenían dones adivinatorios y su poder era muy influyente.
Saul había descubierto esto y mucho más, pero en ese lugar sólo tenías que acostumbrarte a vivir, pues era como una gran sociedad, además su inteligencia le había ayudado a salvarse cuando se encontraba a uno de los dos grupos en conflicto. Tras recorrer todo el territorio sintió que tenía menos ataques psicóticos, que podía ayudar a otros chicos con enfermedades neuróticas que estaban sólos en el bosque. Por esa sensación volvió al muro y se plantó frente a la puerta
Los alaridos alertaron a los guardias de las casetas en lo alto del muro, los insultos que profería eran inteligibles y sus golpes habían hecho que sus manos sangrasen desde hacía un rato, pero sus ojos estaban en blanco y su ira proyectándose contra el hormigón. Cuando vieron que era un loco le dejaron en paz y siguieron con sus problemas de gente cuerda.
Saul despertó, estaba muy cansado y le dolían las manos, había sangre por todas partes y vio que sus puñetazos habían coloreado ese muro mustío, cuando sintió que sus manos no daban más golpeó con la cabeza y por ello se habría quedado inconsciente.
-Aún no estoy preparado para volver a la sociedad, hasta luego señores guardias
-Hasta luego, Saul, ten cuidado.
Saul pensaba que cuando se hubiera "recuperado", podría volver, pero la sociedad no quiere proscritos.
Saul se sentía único, pero a lo  largo del muro había al menos otros cien motivos decorativos similares, no era el primero en golpear esa pared.


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