domingo, 18 de marzo de 2012

De ligeras agonías

"Es cosa fatal, Guillermo. Mi actividad se consume en una inquieta indolencia; no puedo estar ocioso y, sin embargo, no puedo hacer nada. Mi imaginación y mi sensibilidad no se conmueven ante la naturaleza, y los libros me causan tedio. Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada."
Werther, Goethe, libro I, carta de 22 de agosto
No tiene nombre propio, no tiene razón de ser, no tiene fuerza para derribar un estado, pero si para derribar un castillo.
A veces aplicar el raciocinio es lo que nos haría no llamarnos imbéciles desde un futuro cercano. ¿quién es?
Es de esos sentimientos a los que no te atreves a tratar de tu, de esos que pasan algunos días por aquí dejando mucha pena y poca gloria
¿cómo te llamas?
Con suficiente autonomía como para no poder llamarle propio, con suficiente desdén para sospecharle despechado
¿qué quieres?
Y en marcadas ocasiones te embargará, vendrá a tu puerta, llamará a tus lágrimas por su nombre y las hará salir sin que puedas o sepas reprochar nada.
Pero, ¿puedes responder a esas preguntas?
La primavera trae unos sentimientos muy fuertes, son capaces de iniciar idilios, pero también son capaces de dejarte en la más absoluta y absurda modorra que viene por una sencilla tarde de domingo.
¿qué derecho tienes, si apenas se como nombrarte?
No sé quién eres, ni cómo te llaman, ni tampoco que pretendes ahora, pero tampoco tengo interés en conocerlo... Ahora, sencillamente aléjate.

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