sábado, 2 de marzo de 2013

Pero qué...

No siempre llueve, y es algo que deberíamos cambiar, no hay disgusto, si no les gusta a los vendedores de paraguas les resultará una gran adquisición, pero es hora de cambiar las tornas, no más Marca España como Sol y playa, más fresquito, manta y peli.
¿Se le ha ido la olla definitivamente a este hombre?
Además de sus preguntas con obvia respuesta, encontremos una respuesta sazonada con tintes de cordura y una base de arroz demente.
¿quién es en definitiva feliz?
Pues si lo narramos como estado de ánimo caemos en la estupidez de que ésta sea efímera, pero... Y si desechásemos la cordura y fuésemos a por la utopía, más allá de escuchar lo típico:
-¡Loco!
-¡Hijo de puta asienta la cabeza!
-¿No ves que así no vas a conseguir una mierda?
-Imbécil, inepto, capullo.
-Iluso
-Guapo
Ya sabéis, me gusta mucho exagerar, pero quizá en la última esté la clave. Es curioso, quienes te dicen que no se puede tener estar en paz con todo el mundo son quienes te sancionan que no busques la paz cuando te duele demasiado la cabeza para ello.
¿Y si dejásemos de preocuparnos un rato y nos dedicásemos a ser emblema de la felicidad?
¡Wuau! Qué puta locura, ¿no?
Pensad esto, si la felicidad no fuese un estado de ánimo, sino que fuese una forma de vida, que en vez de Hipster, pijos, rastafaris, opusinos, raperos, heavys, confuncionistas... Añadiésemos ahí una nueva respuesta al "¿tú qué eres?"
Imaginadlo, sólo por un instante -No os vayan a llamar locos demasiado pronto, ahora sencillamente estamos pensando el plan- una tribu urbana que fuese Hiplices, o los pijices, o los feleros, no sé, no soy bueno para crear nombres, y esos suenan un poco absurdos, no sé, los feleros me huelen a "regalo felaciones", y tampoco queremos eso, bueno, puede que alguno si, pero eso lo trataremos en otro momento.  Pensad, si nos encarásemos a la vida pensando en poner fuerzas para ser felices, en evitar la amargura cotidiana, en dejar en standby las roturas, los corazones cristalizados, desamores, el miedo a la muerte, si en lugar de pensar que la vida tiene una enorme variedad de tonos entre blanco y negro nos centrásemos en que tenemos un color por día, si las polaridades sólo las tuvieran los negativos de las fotos, si en lugar de ver nuestros defectos disfrutásemos de nuestras virtudes... Y es que mi genial Punset lo dejo muy claro, el ser humano sufre antes de que algo suceda, sufre durante, y después se lamenta y tortura. El ser humano teme a la muerte hasta que llega, después llora esa muerte, y después se hunde en el recuerdo. Y yo siempre digo, que no hay peor insulto que frenar.
¡Ay gañanes míos! ¡Lo que nos estamos perdiendo!
¿Molaría verdad?
Pero bueno, si estáis leyendo las locuras de alguien como yo es que estáis algo cabizbajos. No puedo ser la solución a ningún problema ajeno, bastante me he roto con los míos, nunca creí en el vaso medio lleno o medio vacío, ¿quién va a dejarse un vaso sin beber?
La vida y no el mundo, es un pañuelo, un pañuelo usado además, cuando llegamos a la adolescencia se prende fuego por una esquina y va extinguiéndose, por eso en esa juventud se llora más por las pérdidas, porque la gente acostumbra a secarse las lágrimas con las esquinitas, después todo va cambiando, linealidad, algún moco que deja mal olor, quizá alguna boquera y por último, las lágrimas de la esquina superior. Mientras tanto hemos ido dejando un reguero de cenizas y de humo, con las lágrimas del centro de esa vida, que apenas se notan porque arden, con suerte, a la vez que con los mocos. Y es que todos lo sabemos, los mocos son más divertidos que las lágrimas

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